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La visita a un centro de detención, una muestra de mi propia libertad y privilegio

A photo from inside a detention facility

Son las 8:30 de la mañana del 10 de junio en la llana y seca ciudad de Laredo, Texas. Ya hace calor y está a punto de ser abrasador mientras 20 de nosotros hacemos la fila poniéndonos cubre bocas en el estacionamiento del Centro de Procesamiento de CoreCivic de Laredo, no muy lejos del Centro de Detención de CoreCivic del condado de Webb. Nos han permitido realizar una visita de un día a los servicios de detención de CoreCivic en Laredo y en el condado de Webb, la primera visita desde que comenzó la pandemia.

Somos un grupo diverso de personas que trabaja con los detenidos, incluyendo abogados, defensores, escritores y yo, la directora ejecutiva de la Red de Proveedores de Servicios de Salud para Migrantes (MCN). Nos dejan entrar uno a uno. Es una instalación pequeña, ocupada en la actualidad por 126 mujeres y 10 hombres. A la gente de aquí se le llama de “niveles bajos”; su único delito es el querer comida, refugio, trabajo y liberarse del miedo constante.

Este evento ha requerido meses de negociación y tenemos el privilegio de estar aquí. Estoy relativamente segura de que Core Civic --los contratistas que dotan de personal a las dos instalaciones-- y los dirigentes de ICE no deseaban recibirnos. Según el personal, las instalaciones se inspeccionan mucho y nosotros somos, en realidad, un grupo más de inspectores que indaga en busca de injusticias, desigualdades y abusos. Todo el personal contratado en ambos centros es cordial y eficiente, pero no interactúa con nosotros. Por el contrario, los responsables de ICE están presentes todo el día, son serviciales y están abiertos a nuestras preguntas.

El centro de Webb es una montaña de concreto y acero muy vieja que encierra un laberinto de celdas. Aquí alojan a individuos categorizados por su presunto “riesgo” --bajo, medio y alto-- y reconocibles por sus uniformes de detención azules, naranjas y rojos, similares a los uniformes de enfermería. Todos los detenidos de las dos instalaciones están encerrados, incluso cuando leen, hacen ejercicio, comen, rezan... y sin embargo estos lugares no ofrecen ninguna privacidad.

Durante nuestra visita al Centro de Webb, nos reunimos con dos pequeños grupos de mujeres vestidas de rojo y naranja. Dos de las mujeres vestidas de rojo fueron detenidas cuando buscaron ayuda frente a un cónyuge maltratador. Una de ellas vivía en Austin desde que tenía dos años. Fue detenida y su maltratador se quedó con los niños. En el Centro de Laredo, 76 personas se inscribieron para hablar con nosotros; cinco de nosotros logramos reunirnos con 36 de las mujeres durante una hora, sin la presencia de los guardias. Mi español es bastante precario, así que me perdí muchos de los detalles de sus historias, pero no me perdí la angustia en sus voces ni la esperanza de sus ojos. 

Sin embargo, en medio de los sueños destrozados y las realidades aplastadas había un poco de esperanza. Inesperadamente, durante nuestra conversación en el centro de Laredo, entraron dos hombres y les entregaron a seis de las mujeres su documentación para la entrevista de miedo creíble. Se consideró que estas seis mujeres habían superado sus entrevistas de miedo creíble, un paso fundamental para justificar su necesidad de asilo y su liberación en Estados Unidos. La ternura de ese momento me acompañará por siempre, ya que todas las que seguían esperando saltaron de alegría y abrazaron a las seis que ahora podían ver más próximo el fin de esos meses de espera. Yo también salté, celebrándolo con ellas y correspondiéndoles con un abrazo.

He visitado centros de detención en otras ocasiones. Sin embargo, cada vez que veo el alambre de púas y escucho cómo se cierran las puertas eléctricas a mis espaldas, tengo absolutamente claro por qué he trabajado para la Red de Proveedores de Servicios de Salud para Migrantes durante 35 años y que me llena de energía para seguir haciéndolo.

Mi realidad, mis privilegios, distan tanto de estas mujeres. Tengo privacidad para ducharme; tengo buena comida, un trabajo satisfactorio y un futuro que incluye la jubilación a finales de este año. Soy libre. Al salir del Centro Webb había cientos de pequeñas mariposas blancas revoloteando en el calor abrasador. Para mí esto simbolizará siempre la dignidad y la decencia de las mujeres que encontré en los lugares en donde no les permiten ninguna dignidad y donde la decencia suele ser poca.

 

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