En busca de la meta: una perspectiva de la justicia en salud dentro del mundo del fútbol
¡Gooool! La emoción de la Copa Mundial resuena en todo el planeta mientras los futbolistas de 32 países compiten por ganar el título más codiciado del fútbol. Se celebra cada cuatro años y miles de millones de espectadores sintonizan "el acontecimiento deportivo más visto del mundo".
El Mundial de este año, lleno de emociones agonizantes por las victorias y derrotas, no ha estado exento de polémicas. Su organizadora, la FIFA, (abreviatura que viene del francés Fédération Internationale de Football Association), conocida por su arraigada corrupción, eligió como país anfitrión del Mundial a Catar, un país con una larga y triste trayectoria de violaciones a los derechos humanos y con un clima tan caluroso que hubo la necesidad de cambiar el calendario de los partidos del verano al invierno. Una de las cosas que manchó gravemente la imagen del Mundial este año fue el trato que Catar les dio a los trabajadores migrantes. Estos trabajadores, en su mayoría procedentes de la India, Nepal y Bangladesh, se enfrentaron a condiciones de trabajo brutales, como trabajos forzosos, calor extremo y el robo de sus salarios. Se calcula que en un período de 12 años murieron aproximadamente 6.500 trabajadores mientras construían los estadios y las infraestructuras que alojaría la Copa Mundial. Es posible que nunca se conozca el número exacto de muertes de trabajadores migrantes, pero muchas de ellas estaban relacionadas con el calor, una muerte cruel que puede producirse rápida o lentamente a través de enfermedades que destruyen los órganos del cuerpo. Ya sea que la muerte se produzca por insolación o por una enfermedad renal crónica, las muertes relacionadas con el calor se pueden evitar completamente.
Y los amantes del fútbol, incluyéndome, tuvimos que aguantarnos esta realidad mientras animábamos a nuestros equipos favoritos. No se me va de la mente la ironía del papel tan importante que estos trabajadores inmigrantes juegan y el trato que reciben. Por un lado, vi consternada cómo la FIFA, con sus manos manchadas de sangre, desestimaba la indignación que produjo en el público el maltrato y las muertes de los trabajadores, pero, por el otro, me gustaron las historias de los jugadores inmigrantes y las de los jugadores descendientes de inmigrantes que hacen que muchos de los equipos que juegan sean extraordinarios. Por ejemplo, tenemos al jugador estrella de Canadá, Alphonso Davies, de padres liberianos nacido en un campo de refugiados de Ghana. En el 2000, Milan Borjan y Milos Degenek, ambos serbios, huyeron de la guerra de Yugoslavia como refugiados. Borjan se fue a Canadá y Degenek a Australia. Ambos jugaron en la Copa Mundial en representación de sus nuevos países. El francés Kylian Mbappé, posiblemente uno de los mejores jugadores del mundo, es hijo de un inmigrante camerunés. La selección inglesa cuenta con un equipo de jugadores inmigrantes de origen irlandés y nigeriano, entre ellos su estrella Harry Kane. Cody Gakpo, el máximo goleador de Holanda tiene un padre togolés y; el jugador más joven de la selección alemana, Youssoufa Moukoko, de 18 años, nació en Camerún.
El equipo nacional de Estados Unidos tiene un grupo de jugadores talentosos con raíces en tantos países como casi su número de jugadores. Este equipo, maravillosamente diverso, cuenta con jugadores que de una u otra forma están vinculados con la inmigración, bien porque son inmigrantes o porque uno de los padres nació en el extranjero. Timothy Weah nació en Brooklyn, de madre jamaiquina y padre liberiano y es el presidente actual de Liberia. Yunus Musah, nació en el Bronx y sus padres son ghaneses. Jesús Ferreira, nacido en Colombia, obtuvo la nacionalidad estadounidense en el 2019. Sergiño Dest nació en Holanda, de padre surinamés-estadounidense y madre holandesa. Cristian Roldán, su padre es guatemalteco y su madre salvadoreña.
Creo que se puede afirmar que el fútbol necesita a los inmigrantes. Más aún, el fútbol estadounidense necesita a los inmigrantes. Sin embargo, nosotros los aceptamos o no, según los términos que mejor se adapten a nuestra narrativa. En el 2018, el jugador alemán Mesut Ozil, hijo de inmigrantes turcos, dijo: "Soy alemán cuando ganamos, pero soy un inmigrante cuando perdemos." En Estados Unidos, conscientemente permitimos que nuestro sistema de inmigración perpetúe el abuso y el racismo contra millones de inmigrantes de manera sistemática. Es posible que no sean estrellas del fútbol, pero desempeñan un papel primordial en nuestra economía y en nuestro país. Se calcula que 80 millones de personas en Estados Unidos son inmigrantes o hijos de inmigrantes.
Mientras le echábamos porras a nuestra joven selección, me emocioné imaginando que, Estados Unidos junto con México y Canadá serían los anfitriones del próximo Mundial. Un segundo después me preguntaba ¿qué de los inmigrantes que están fuera del campo de fútbol?, ¿qué de los que trabajarán incansablemente para limpiar nuestros estadios y habitaciones de hotel, que cosecharán y procesarán los alimentos que comeremos durante los partidos y los que construirán la infraestructura necesaria para el magno evento? Aunque nuestro trato hacia los trabajadores inmigrantes no es tan lamentable como el de Qatar, aún nos queda mucho trabajo por hacer. En Estados Unidos, año tras año, cientos de trabajadores inmigrantes mueren en el trabajo. Sabemos que los trabajadores nacidos en el extranjero tienen más probabilidades de morir que los nacidos en Estados Unidos. También sabemos que ellos trabajan en algunas de las industrias más peligrosas y que gozan de menos protección que otros trabajadores.
En Estados Unidos tenemos la oportunidad y la responsabilidad de ofrecer condiciones de trabajo seguras y de garantizar una justicia en salud básica para los trabajadores inmigrantes que beneficie tanto al personal de limpieza como al jugador estrella de fútbol. Algunos de los aspectos básicos, como la seguridad en el lugar de trabajo y el acceso a la atención en salud, siguen estando peligrosamente fuera del alcance de aquellos de quienes dependemos, de quienes impulsan nuestra economía. Por ejemplo, Estados Unidos sigue careciendo de estándares federales para la protección de los trabajadores contra el calor extremo y sólo unos cuantos estados los tienen. A medida que avanza el cambio climático, estas protecciones básicas se hacen cada vez más fundamentales. No nos limitemos a echar porras a nuestros inmigrantes cuando salen en la televisión; hagamos progresos significativos para proporcionarles seguridad y condiciones básicas de salud para que cuando anoten un gol por nuestro equipo, podamos celebrar no sólo nuestra nación, sino la justicia y la equidad que nuestra nación defiende y que todos los inmigrantes se merecen.
Lea más sobre el trabajo que MCN ha hecho sobre las enfermedades relacionadas con el calor el cual incluye numerosos recursos disponibles aquí. Encuentre los recursos que MCN ha hecho sobre cómo transmitir a los trabajadores inmigrantes información sobre seguridad en el trabajo aquí.
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